La industria española, aunque tardía, tuvo una gran importancia en el desarrollo del país cuando la apuesta económica centró sus esfuerzos en ella, especialmente en las décadas de los 60 y 70. Desde entonces varias crisis han golpeado sus expectativas ralentizando su crecimiento y haciendo, casi imprescindible, una especialización que situase al país a la vanguardia mundial. Fue en 1973 cuando surge Metabo, que con apenas cinco empleados abrió nuevas posibilidades al sector de la industria metalúrgica española, así como al de la construcción, tan importante para España en las décadas posteriores.

Algunos factores se han demostrado determinantes para el desarrollo de todas ellas, como las enormes inversiones realizadas en I+D, en nuevas tecnologías o en la creación de nuevos canales comunicativos para acercarse, de forma más directa, al cliente o usuario final, adaptando su servicio a las necesidades de éste. Y. aunque no todas las ramas han evolucionado de forma paralela, la automatización y robotización de éstas hacen presagiar un futuro plagado de oportunidades. Metabo, empresa de origen alemán, por su parte, ha caracterizado su trayectoria por adaptarse a la realidad, ofreciendo las herramientas más potentes para su uso bajo todo tipo de condiciones, con cable o a batería, de aire comprimido o consumibles. Todo cuanto sea necesario para el correcto desarrollo de cada actividad y contribuyendo al desarrollo nacional en estos sectores.

En el año 2019, previo a la última gran crisis en la que nos hemos visto indefendiblemente atrapados, la cifra de negocio de la metalurgia suponía un 4,55 por ciento del total de la industria en nuestro país. Esto hace indicar, no solo la importancia de un sector como éste para el bienestar de la economía sino, también, el descenso que, año a año, ha ido cosechando en términos absolutos. Si hace tres años esta industria contaba con 62.000 empleados a nivel nacional, el número es un 30 por ciento inferior al existente una década atrás. Pero no todo son malas cifras puesto que el negocio ha entendido la necesidad de mantener sus estándares de producción y evolución vinculándose, más fervientemente que nunca, a la apuesta global por la sostenibilidad.

Prueba de ello es que el consumo energético se ha visto reducido de forma considerable en la segunda década del siglo en el que vivimos, y las inversiones destinadas a la creación de medidas para la protección del medio ambiente son, más que nunca, imprescindibles para cada pequeña, mediana o gran empresa que actúa en la metalurgia española, aumentando considerablemente cada año que pasa. Aunque la situación actual plantea dilemas de compleja solución, la conjunción de fuerzas entre todos los agentes inmersos en el proceso, desde la proporción de materias primas, hasta el empleo de los productos acabados, pasando por la fabricación y la distribución, se está demostrando esencial para devolver la vida a éste y otros sectores que pasan por un estado de profunda renovación, claves para definir el futuro del país y sus habitantes.

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